PAZ Y TRABAJO COMO GOBIERNO NATURAL DEL MUNDO
Si se hiciera un exhaustivo
análisis del comportamiento del poder político en general, seguramente se vería
que son necesarias profundas y sinceras enmiendas, que pueden recaer en una
revisión del sistema de los partidos políticos. Estos parecen estar en un
continuo proceso de descomposición que obedece a causas estructurales. Por ello
examinaré aquí las políticas de nuestros tiempos. Haré un análisis que puede
llegar a ser un tanto agresivo, pero que no debe ser visto así, desde que sólo
me propongo presentar una propuesta de mi pensamiento, al efecto de poner en
evidencia y permitir que se observen con sentido crítico, falsedades. Todas las
formas de gobierno hoy son seudo democráticas. La democracia no existe, no
puede existir, ni pudo haber existido jamás. Existe la partidocracia donde
predominan sectores sociales astutos y/o económicamente poderosos. Con la
Revolución Francesa, comenzó esta era de mentiras en la que la democracia
representativa funcionaría mediante la guía de los partidos políticos elegidos
conforme a la voluntad de las mayorías. Pero parte de la base de que los mismos
partidos no son democráticos. Así es en la actualidad y en todo el mundo. Es
imposible cumplir con la voluntad del pueblo todo («Voluntad Popular»). Es
decir que el partido político elegido, no puede llevar a cabo los designios de
la mayoría de sus votantes. ¿Dónde queda entonces la soberanía de las minorías?
Y si hablamos de la «Voluntad General», ¿no tendríamos que preguntarnos sobre
cuál de los miles de temas se presentarían en discusión? ¿Acaso podríamos
asegurar que esa mayoría iba a estar de acuerdo en todos los temas a tratarse?
Seguramente algunos de esos temas podrían conformar los deseos de una parte de
la minoría y dejar disconforme a otra de la mayoría. ¿Dónde queda entonces la
soberanía de las mayorías? Si agrego que en la política, ya desde antes de esos
tiempos, la locuacidad de los políticos los inducía más a la facilidad «del
decir», que a la responsabilidad «del hacer», se podrá llegar a la conclusión
de que la opinión pública, (es decir «la voluntad general y popular»), ha sido
desde siempre manipulada por estos mercachifles y partidócratas mentirosos.
Ellos, con su verborrea proselitista, han logrado en muchos países, que sus
pueblos eligieran irremediablemente a sus «carceleros». Esta situación, al
resultar recurrente, ha creado la necesidad de instaurar un sistema que,
atendiendo a la imposibilidad de satisfacer los deseos de la totalidad de la
ciudadanía, fuera por lo menos capaz de darle a cada sector de la sociedad, una
representatividad que le permitiera defender sus propios intereses. «El tener»
y el «decir» han pasado a ser más importantes que los principios democráticos y
que el «ser». Gran parte de los principios democráticos son irrealizables o
incumplibles. Para lograrlos hay que dejar sus utopías y sus trampas arteras y
enajenadas de la realidad del trabajo que es uno de los generadores de la paz
social y mundial.
Los llamados «estados soberanos» están
siendo condicionados por capitales antiestatales sin patria ni bandera. Hay
grupos de poder que gobiernan a través de «marionetas» que hacen de políticos y
funcionarios. Hace algunas décadas, el poder económico estaba en manos de la
producción y el poder político en manos de los políticos. De este modo, los
gobiernos trataban de equilibrar los excesos de poder de los capitales
privados. Hoy, las democracias están pasando a ser una burla y en la realidad,
los gobiernos del mundo, indirecta y solapadamente, están constituidos por
grandes corporaciones que manejan inmensas masas de dinero, de las que, si cabe
decirlo, reciben al someter a las mayorías. Por lo tanto, no se debe mirar
quién nos gobierna; esto ya se sabe, porque lo hemos elegido con nuestro
sufragio; sino quién cuenta con «el poder del dinero», los otros recursos, es
decir «por mandato de quién nos gobierna». Hecho este descubrimiento, los
pueblos podrían ejercer su soberanía cuando, al disponer del poder cívico y del
mercado, elijan o desechen a los estados y a las empresas. Las empresas son
democrática y soberanamente elegidas por el voto ejercido por los pueblos al
hacer sus compras, porque cada compra representa un voto o ganancia monetaria.
A la vez que cada ganancia el pago de un impuesto para los estados. Desde ese
punto de vista, los estados y las empresas deben su riqueza o su pobreza, a las
ventas que logran hacer las empresas. Desde ese punto de vista, la ciudadanía
tiene soberana una cuota de poder soberano, invencible en la obtención de la
paz mundial. Puesto que sin su protagonismo hacer valer otros poderes.
Las empresas pueden crecer,
sostenerse o morir, con las ganancias que reciben de los compradores. Los
pueblos cuando compran, pagan impuestos y además pagan ganancias empresarias.
Aquellos son depositados en las cuentas estatales para que los estados puedan
funcionar. De este modo, los estados y las empresas se sostienen económicamente
con las compras que hacen los pueblos. Los gobiernos «se eligen» por el voto
ciudadano. Las empresas se votan «soberanamente» cuando el ciudadano elige el
producto a comprar. Pero actualmente los votos y las ventas son manipulados. De
estos hechos surge que la corrupción, la ineficacia o la falta de solidaridad y
servicio de los empresarios, tiene carácter público. Es decir que cada empresa
es un mando de acción económico estatal. Esto no ha sido advertido
culturalmente. En consecuencia, tampoco se ha reparado, ni se ha exigido
formalmente su reparación; aún cuando ya había sido advertido y estaba
claramente expresado en los principios básicos del liberalismo primitivo donde
cada empresa es inconfundiblemente una entidad con responsabilidad pública. Es
decir se debe a principios fidedignamente democráticos más que a los propios
mandos estatales Estos y aquellos hechos no son percibidos por la sociedad.
Acoto previamente aquí, que ningún
sistema o institución económica, comercial, espiritual o política, ha de
cambiar ni mejorar el mundo radicalmente. Una auténtica revolución, que lleve
principios culturales implícitos y explícitos de valores universales y
permanentes, sólo puede surgir de una transformación tecnológica y de los
fueros internos del individuo. Es a este al que hay que ennoblecer y no
embrutecer mi desconocer. No es posible delegar la solución de nuestros
múltiples problemas en las organizaciones políticas y empresariales, ni esperar
todo de la autonomía tecnológica y/o individual. Es necesario, tener en cuenta
al ser humano conjuntamente con su medio, en especial, como expresión social y
de trabajo. Pero hemos visto que los partidos políticos (en general en todos
los países), avasallan y estancan la paz y el desarrollo individual y laboral.
Ello sólo para conservar el predominio de un minoritario sector social y/o
económico. Este sector, aún si fuera el más dinámico, no debería atribuirse en
exclusiva el «paternalismo» de países y personas. La dinámica fuerza del
trabajo debe participar de las decisiones. Las múltiples manifestaciones de los
pueblos, son esencialmente laborales y sociales. Sus apetencias son básicamente
laborales y sociales; no políticas!... El dinero y la propiedad privada parecen
haber sustituido en gran parte a los idealistas principios democráticos. Las
grandes corporaciones acuerdan con los políticos, (siempre a cambio de
posteriores «servicios»), para proselitismos «lavacerebros». Paradójicamente,
siendo el capital uno de los medios para evolucionar a los pueblos, en estas
circunstancias, sirve para someterlos. Los partidos políticos condicionan así a
las democracias y a los estados aún, cuando etimológica y semánticamente, la
palabra democracia indica otros valores opuestos al sometimiento. Los gastos en
propagandas proselitistas son exagerados e inevitablemente se pagan con miseria
económica y moral. Los partidos políticos no son intestinamente democráticos, y
están manejados por grupos de poder y camarillas delincuentes. Según principios
publicitarios, la cantidad de votos es proporcional al gasto efectuado durante
el proselitismo. Las campañas políticas ayudan a un poder económico que degrada
los valores esenciales y son éstos los que deben ser tenidos en cuenta para
extraer de raíz y de un modo racional, el caos y el sufrimiento. Pero en gran
medida las falsas democracias resuelven los problemas de ignorancia, pobreza,
desmanes y desbordes sociales, con violentas operaciones de seguridad y
represión. Aunque a veces, y generalmente antes de las elecciones, los
gobiernos de turno, tratan de paliar
esos desbordes con distintos medios asistencialistas. Métodos que encubren
hipócritamente las «bellísimas mentiras», que pregonan en las campañas
proselitistas. Los pueblos son victimas y son hipnotizados por las técnicas de
«encantamiento ilusorio» por estos políticos, que sugestionan a las mayorías
para que vuelvan a votarlos y renovar así sus mentiras. Cuando ellas no se
cumplen, les harán creer, haciendo gala de una suerte de chauvinismo hipócrita,
que no falló la partidocracia sino los hombres. Y así, el sistema hará surgir
otros como «salvadoras hadas del bien».
Entonces, estos «hombres geniales» en un gatopardísmo inicuo, harán recaer las
culpas de todos los males padecidos, en aquellos que los precedieron y
continuarán con sus políticas entreguistas. De esta manera, en la «rueda de los
tiempos», se produce la rotación de los partidos, los hombres y el sistema. Así
se prevé también todo tipo de oposición, disfrazándose con minucias y
grandilocuencias que generan la pobreza masificada de los pueblos. Así la paz y
la “seguridad” tan reclamadas últimamente, se alejan y surgen violencias y
guerras.
Si la partidocracia tiene el solo
objetivo de ganar votos o dinero, el resultado no podrá ser otro que el actual.
Sin embargo, la organización de los pueblos está y estuvo representada, ahora y
desde la prehistoria, por un orden natural colaborativo que ha querido expresar
su identidad y su cultura, más allá de su grado de libertad o sometimiento. Si
no lo ha logrado, es porque la diversidad y complejidad de una sociedad, no
puede ser simplificada ni delegada a falsos “representantes”, cuando en los
sectores funcionales del trabajo ya existen los gobiernos naturales y
auténticos. Es con estos sectores funcionales (compuestos cada uno de ellos por: empresarios, industriales, comerciantes,
científicos, empleados y obreros, es decir, por toda la escala de trabajadores
que tienen relación con cada sector),1)
con
los que se deben conformar los gobiernos. Se debe tomar en cuenta que cualquier
otra corporación, colectividad, asociación, organización, o comunidad, en la
que participen los miembros de la sociedad, está compuesta por individuos que a
la vez pertenecen a algún sector del trabajo, es decir que los sectores
funcionales del trabajo nuclean al conjunto de la ciudadanía,
independientemente de cualquier otra organización, partido político, religión o
colectividad a la que pertenezcan los pueblos. Es por ello que aquí propongo
que sean los sectores funcionales del trabajo y no los partidos los que
representen a toda la sociedad en el Congreso y que cada sector funcional esté
a su vez, personificado por un representante de cada división (empresario,
industrial, científico, comerciante, estudiante, empleado, obrero, etc.), que
será votado por el conjunto de sus componentes y en diferentes fechas. Luego,
en una elección entre ellos surgirá, de uno de los representantes de los
sectores, quién presidirá el país. (Ver Cuadro Sinóptico). La soberanía será
coordinada (sin falsificaciones) hacia una convergencia que optimice la
naturaleza colaborativa de la sociedad. Estos propósitos naturales no se
practican y es por ello que se da lugar a las actuales políticas de las que
sobreviene la confusión. De este modo, los pueblos son enajenados y dominados
por la conveniencia de algunos, en desmedro de la colaboración integradora de
la totalidad que conlleva la paz.
Para evitar confusiones debemos
entender que una auténtica representación, no puede tener carácter político, tiene
carácter social y se debe expresar a través del trabajo y la cultura de todos. La sociedad humana es una colectividad
compleja, capaz de subdividirse naturalmente en una multiplicidad de
organismos. Entre éstos, hay una necesaria e indispensable complementación que
es (naturalmente) colaborativa. La suma de estas organizaciones naturales que
pueden ser religiosas, científicas, políticas, gremiales, industriales,
comerciales, etc., tiene un denominador común:
el trabajo.
Todos los componentes de esas organizaciones trabajan distribuidos entre las
diversas actividades que se requieren para que el hombre pueda cubrir sus
necesidades y satisfacciones. Cada trabajador es un experto en la actividad que
desarrolla dentro de la división de su sector funcional, ya sea en el nivel
gerencial, administrativo, contable, científico, productivo, etc., etc. Por lo
tanto cada una de las divisiones de cada sector funcional, debe tener su
representante en el Congreso. Ellos son los que conocen la naturaleza de sus
problemas y son los más capacitados para determinar las opciones de solución.
Por lo tanto, de ellos deben surgir los funcionarios del Ejecutivo. Así, los
sectores funcionales, como parte del gobierno, pueden aplicar la alternativa
que se ajuste al interés general. Es ésta a mi entender, la forma en que toda
la sociedad obtendrá una representación coordinada y colaborativa. Es ésta la
manera de desarticular las actuales pseudo democracias. El Estado debe mediar
para coordinar la unión y la colaboración entre los sectores del trabajo. Estos
deben plantear sus propuestas desde el Congreso, con alternativas que
contemplen sus intereses, pero también el interés general. De hecho esto ha de
ocurrir así por cuanto todos los sectores tienen sus voces de mando que,
además, parten de sus bases. De no darse estas condiciones, se desata la
confusión, el desorden y la anarquía, lo que resulta perjudicial para la paz y
para esos intereses sectoriales, como ocurre actualmente. Siempre que los
medios parlamentarios surgen de los nombramientos acomodaticios y
antidemocráticos de la partidocracia, pierden identidad, representatividad y
responsabilidad. Éstas así, dejan de ser de sector, para ser partidarias y se
transfieren a otros poderes a través de las camarillas y de los «grupos de
presión». De esta manera, los «poderosos» se ubican más allá de la justicia y
logran el sometimiento de países y pueblos, convirtiendo en una mentira la
«independencia de poderes». Estas son las causas de múltiples conflictos
contrarios a la paz que reside en cada uno de nosotros y que en la actualidad
se encuentra frustrada y crea vacio interior lo cual es medicamente malo a
nuestro existir que por naturaleza es amor y alegría.
Es así como la justicia, queda
desplazada de los sectores empobrecidos. La prensa queda relegada a blicitar
bienes suntuarios, que pocos podrán comprar y/o sometida a los intereses del
gobierno de turno, so pena de no recibir los beneficios de la propaganda
oficial, otros privilegios y gran parte de su accionar degrada la cultura. Y es
así como las fuerzas armadas y de seguridad así como los medios de
comunicación, sirven para sostener este idiotismo, al que se pretende llamar
democracia.
Cuando los estados no reflejan
el carácter colaborativo de un país, sus componentes atienden a su propio bienestar
y no al bienestar general. Lo cual nos retrotrae a los reinados, feudos y
señoríos. Esto es sumamente contradictorio con la historia inmediata, puesto
que las organizaciones funcionales y naturales, han logrado por sí, en los
últimos decenios, una alta productividad capaz de generalizar el bienestar
económico y cultural de todos. Estos beneficios no se logran con idealismos ni
dialéctica partidaria, sino con el aporte abnegado de todos los trabajadores
(representados en todas sus divisiones), en las áreas tangibles e intangibles
de la evolución. Pero las enajenaciones ególatras de algunos personajes del
partidismo, no son capaces de ver la realidad tal cual es, sin deformarla. La
dinámica de la sociedad, tiene leyes, funciones, nexos, tramas y procesos, que
la partidocracia ignora y menoscaba. Es la dinámica de la colaboración la que
ha edificado el mundo. La actual dirigencia partidaria es plutocrática y sus
principios solamente numéricos. No toma en cuenta que la racionalidad no tiene
nada que ver con la cantidad de votos recibidos. Los principios y ordenamientos
sociales son anteriores a la política, que, conforme al sistema actual de
representatividad, está a merced de las opiniones numéricas. Para que esas
opiniones tengan valor genuino, el sufragante debe estar verazmente informado.
De este modo, la sociedad contará con méritos y juicios capaces de interpretar
y evaluar su futuro. En caso contrario, el voto carece de valor ante un votante
falto de elementos de juicio. Pero las soluciones son difíciles, puesto que la
partidocracia liberal y sus nefastas consecuencias, han llevado a la mayoría de
los votantes a un bajísimo nivel educativo, cultural y cívico 3) . Esta situación hace de la democracia
una aspiración utópica. La gran mayoría de los votantes, no tiene noción de las
estructuras laborales, económicas, culturales, sociales etc. Estos sistemas e
intereses no se ajustan a una cultura que haga posible la soberanía de los
pueblos. Para que la ciudadanía participe y decida su destino, es necesario
propiciar su entendimiento. Restarle al pueblo un sufragio inteligente es
regatearle el camino hacia la emancipación y hacia un auténtico liberalismo
democrático y debidamente culturalizado.
Las autoridades surgidas de las
falsas democracias pseudo liberales, se asemejan a las dinastías, reinos,
aristocracias, monarquías, corporativismos o tiranías. Los dirigentes de los
partidos, integran arbitrariamente las listas de pre candidatos. Esto
generalmente, no se hace por valoraciones técnicas, morales, culturales o
espirituales. No hay elección, sino manipulación de la sociedad por medio de la
propaganda. Toda opinión política, cultural, religiosa, o comercial que carece
de racionalidad, degrada la individualidad y por lo tanto a la sociedad, a los
estados, a la libertad y a la conciencia individual, social y laboral.
Cuando el individuo no está
representado por su sector social o de trabajo, no puede estarlo la sociedad y
por lo tanto el estado no es representativo. Por aspiración, necesidad u
obligación, la sociedad es colaborativa. Esto, es preexistente al hombre y se
da en la naturaleza como un conjunto de hechos universales inmanentes. Sin la
colaboración, la sociedad no existiría. Las teorías democráticas a través de la
partidocracia existente, idealizan la igualdad, es decir magnifican lo
antinatural. No toman en cuenta que nuestras desigualdades y la diversidad de
nuestras necesidades, son la base de la sociedad. Es la diversidad la que crea
las condiciones que hacen posible nuestra realización como personas. Por lo
tanto, la desigualdad y las necesidades, son el sentido y la base de la
colaboración. Aún cuando hay quienes por conveniencia se puedan oponer, la
realidad de los hechos nos indica que la igualdad es antinatural. Darwin lo
puso de manifiesto en su célebre obra «Del Origen de las Especies por Vía de
Selección Natural». Por lo tanto, todo propósito de idealizarla, equivale a
paralizar a la sociedad por congelamiento y a destruir la base de la vida
misma, subvirtiendo su razón de ser. Los pueblos no podrán jamás ser soberanos
por principios de mayoría numérica basada en propagandas, sino a través de la
armonía que sean capaces de culturalizar colaborativamente. La soberanía no se
otorga; ni jamás la otorgarán las falsas democracias. La libertad y la
soberanía no son declamaciones. Ambas, no se pueden imponer, evitar, ni
manipular; puesto que de ser así no hay soberanía, ni libertad; hay
sometimiento. Por lo tanto, para que haya libertad y soberanía, debe haber
colaboración. Si esta es esclarecida y practicada por todos los sectores del
trabajo, los pueblos tomarán conciencia del sentido moral y sicológico de la
libertad y la soberanía.
Una evolución cultural y una
auténtica soberanía individual o colectiva, son antagónicas a los intereses de
las falsas democracias. La soberanía de los pueblos y los estados sólo puede
surgir de la representación de sus distintos agentes colaboracionales. Son los
sectores del trabajo, en su conjunto y coordinadamente, los que deben conformar
los gobiernos, porque ellos son el estado natural de los pueblos. Los pueblos
no se auto gobiernan, sino que, consciente o inconscientemente, son conducidos
por los ordenamientos naturales de una colaboración comunitaria a través del trabajo.
Las democracias, (en sus
aspiraciones y geniales idealismos) no han existido jamás en el mundo. Insistir
en otros idealismos democráticos, es ir contra el orden riguroso de la
colaboración, la sociedad, la etología y la vida, así como también, contra la
geología, la física y la biología, entre otros principios científicos. En todo
orden natural y/o científico, hay una estructura de poder, que es independiente
de la elección y el número y surge de una suma de componentes específicos, originados
en las actividades especializadas de cada sector funcional. Así son las
divisiones y diferenciaciones del trabajo. Por esto, los representantes
parlamentarios partidocráticos, al no provenir de esas fuentes, no tienen
capacidad técnico funcional. Por otra parte, aún cuando la tuvieran, no pueden
representar a los sectores del trabajo, puesto que son ajenos a ellos y no
conocen su realidad. Es por ello que erogan enormes gastos en organismos,
comisiones y profesionales especializados, tareas que les son propias y que
ellos debieran realizar. Si esos representantes surgieran, como propongo, de
cada sector o unidad funcional de la comunidad, tendrían la aptitud necesaria
para realizar esas tareas, evitando gastos al Estado. De este modo ayudarían a
bajar los déficits estatales y obtendríamos una representación eficaz y
competente, para cada sector y en su conjunto para la totalidad. Por lo dicho,
los partidocracias en su afán de figuración, practican muchas veces una
masturbación dialéctica mediante la que, utilizando pomposas palabras, terminan
diciendo cosas insubstanciales o lo que es peor, a veces presentan propuestas
muy agradables al oído de los menos entendidos, pero ajenas al beneficio
general. Los legisladores pseudo democráticos dicen ser auténticamente
representativos, pero tienen una falsa representación cuando engañan a los
electores promulgando leyes demagógicas que aparentan servir a los intereses
del trabajo y sólo sirven para limitar la demanda del trabajo. Luego, la
función de cada parlamentario es condicionada por los caudillos del partido y
estos, por los grupos de poder. Lo cual es lo mismo que legislar mentiras
contra la ciudadanía. Las leyes partidocráticas numéricas (en desmedro de los
intereses genuinos y de la razón), definen el voto parlamentario, desconociendo
la realidad inmanente del soberano en pos de su caudillaje partidario.
Las partidocracias están al margen
de la colaboración. La limitan y condicionan negativamente. No representan la
genuina voluntad de los pueblos, e impiden que sus representantes naturales lo
hagan. Estos, han aprehendido su lugar de la comunidad, a través del trabajo y
no surgen de los partidos políticos. Lo que constituye la estructura de la
colaboración, es actualmente independiente de la elección, pero puesto que es
un orden espontáneo y necesario, debiera constituir el basamento mismo de los
gobiernos. Los sistemas pseudo democráticos ignoran la voluntad de los pueblos
e imponen a algunos hechiceros y aprendices de brujería para que gobiernen.
Ello está llevando a los países, a una quiebra moral y económica inevitable,
que se hace muy visible y acentuada en el tercer mundo. Pero de estas
consecuencias, no se hallan totalmente excluidos los países crecidos.
Muchas de las actuales
«democracias» están representadas por un bipartidismo acomodaticio que degrada
a los pueblos. Estos así se tornan, mansos, resignados, ignorantes, miedosos e
impotentes; cuando por el contrario, es indispensable su protagonismo
constructivo y soberano a través de los sectores funcionales del trabajo. Sólo
desde las representaciones colaborativas reales y naturales es posible un
protagonismo descentralizado, pero que se puede centralizar orgánicamente. Es
allí donde está la autonomía funcionando en la práctica y sin mayores
dilaciones leguleyas, ni dialécticas. Cada uno de estos sectores, puede estar
representado soberanamente en sus mandos naturales por delegación electoral, y
en su conjunto, a través de sus bases, conformar el Gobierno. Este, habrá surgido
así, de sus propios cimientos. No habrá nada ni nadie que pueda reemplazarlo en
su actividad ni en sus facultades, porque estará constituido por su misma
sociedad. Sólo desde la acción actual de sus protagonistas reales, se puede
deliberar y acordar para cumplir por coordinación, las múltiples funciones del
Estado. Será posible así obtener la síntesis necesaria para que su accionar sea
eficaz, idóneo y representativo.
Es necesario estar más allá de
la información, a través de las representaciones especializadas de cada sector
o unidad funcional de la colaboración. Las múltiples organizaciones,
asociaciones y grupos sociales, representan, por cada rubro, la síntesis de su
función y composición colaborativa. Si bien puede darse que dos o más sectores
funcionales tengan intereses encontrados frente a determinadas ponencias;
planteados sus puntos de vista en el Congreso, será el conjunto de los sectores
el que vele por el interés general y este debe primar por sobre el interés
sectorial. Por lo tanto, ese es el Estado laboral real y natural. Ello implica
romper toda antinomia entre Estado, sociedad e individuos. La colaboración de
las unidades funcionales, representan una transformación que traerá aparejada
una inequívoca prosperidad a los pueblos. La misma será propiciada por esas
divisiones, y no por agentes de disociación, que tienden a substituirlas y
menoscabar su capacidad colaborativa.
Lo expuesto puede considerarse
como una invitación a la reflexión y a la observancia de un sentido crítico y
de enmienda. De no verse así, estaríamos también aquí, postergando el presente,
en procura de un futuro idealizado. Los países deben utilizar sus propias
instituciones, apropiadas o no, e ir a la acción. Es decir, actuar conforme a
su situación real, aunque ésta no fuera necesariamente ideal. El trabajo, como
gobierno natural de los pueblos es nuestro tema central, pero, dadas las cosas
como están, el gobierno del trabajo no podrá surgir si no se sustituye el
sistema de los partidos políticos por la colaboración. La acción mancomunada de
los sectores funcionales del trabajo, en definitiva, es el pueblo.
Sólo comprendiéndonos tal cual
somos, se podrán tener elementos para lograr una colaboración que incluya una
revisión cultural, económica y política. Todos sabemos que la mayoría de
nuestras organizaciones gremiales, empresarias y políticas sufren agudos
procesos de corrupción. Esto hace necesaria una nueva dirigencia y un nuevo
ordenamiento que permita el logro de una coordinación moral y productiva, que
haga caer sus mandos en un orden armónico. Serán los sectores funcionales
especializados en cada área del trabajo, incluidas sus divisiones sectoriales,
los que deberán reemplazarlos en un orden colaborativo. Esto equivaldrá a una
reivindicación redentora de los mandos, ajena a fanatismos e intereses
estrechos.
Muchas de las agresivas
aseveraciones que he hecho aquí, podrían ser válidas también para numerosas
organizaciones que nada tienen que ver (gremios, empresas, ONG, religiones,
etc.). Sin perjuicio de ello, debo reconocer que también deben valorarse a
muchos políticos, gremialistas y dirigentes de algunas organizaciones y
reconocerse que los hay merecedores de exceptuarse de las un tanto mordaces declaraciones
expuestas.
El dirigente sano y responsable,
debe tener un vasto conocimiento de los problemas de su sector funcional y ser
un estudioso vehemente y abnegado de ellos. Siendo así, sus promesas de
solución podrán y deberán tener un carácter contractual frente a sus dirigidos,
puesto que no es ético comprometerse cuando no se tienen los recursos, la
experiencia y/o los conocimientos y aptitudes que se requieren para cumplir lo
prometido. Otro tanto debe ocurrir con los ministros del Gobierno, que deben
asumir compromisos bien definidos y pautados a término, por los cuales deben
rendir cuentas ante el Congreso, so pena de ser destituidos deshonrosamente
ante su incumplimiento injustificado.
Ningún dirigente serio y responsable
podrá desconocer los valores latentes que por su naturaleza tiene el trabajo,
para resolver lo social, y por lo tanto lo político y económico. Tampoco podrá
permanecer impávido ante su falta y ante los bajos ingresos que provoca la
ausencia de una colaboración integradora. ¿Cómo puede ser que faltando tantas
viviendas, tanta energía, tantos caminos o alimentos o vestido, haya gente sin
trabajar? La pobreza socioeconómica y la desocupación pierden toda
justificación, cuando hay tecnología y recursos humanos y naturales que pueden
eliminarla de raíz. Si la pobreza, la desocupación, los bajos ingresos, o la
incultura subsisten en medio de tan valiosos ingredientes, es porque hay mala
fe política para capitalizar el protagonismo del trabajo, como gobierno natural
de los pueblos. Por ello es que las empresas autárquicas expuestas en «como
libertar el trabajo» tendrán su representación, en el siguiente cuadro, al
igual que todos los sectores funcionales.
CUADRO SINÓPTICO SECTORES FUNCIONALES DEL TRABAJO
1) Los Sectores Funcionales del Trabajo (Nacionales), eligen Diputados por 4 años. Los Sectores Funcionales del Trabajo (Provinciales), eligen Senadores por 6 años. Todos los cargos surgirán de entre los Sectores Funcionales del Trabajo.
2) Los
diputados proponen una terna de ministros por cada área y los senadores los
eligen de entre ellos. Los ministros deberán proponer metas y plazos de
cumplimiento previo a ser elegidos en las ternas. Posteriormente (vencidos los
plazos, si las metas no fueran cumplidas), rendirán cuentas ante el Congreso y
podrán ser removidos por aprobación de los 2/3 de los diputados y la mayoría
simple del senado.
* Denomino aquí “sectores funcionales” a
cada sector del P.B.I.
3) El
Primer Ministro (que no tendrá plazo de mandato) será elegido por los ministros
de una terna propuesta por el Presidente de entre los Diputados y los
Senadores. Rendirá cuentas ante los ministros y el Presidente.
4) El
Presidente tiene derecho a veto respecto del Primer Ministro nombrado. También
puede pedir su renuncia.
5) El
Presidente del Banco Central será nombrado por el Presidente de la Nación de
una terna propuesta por el Congreso. Su cargo tendrá una duración de 8 años
durante los cuales no podrá ser removido.
6) Tanto
los ministros como el Presidente del Banco Central, deberán ser profesionales
distinguidos en su área de acción.
7) Las
edades mínimas que deberán tener los funcionarios serán:
a) Para el
Presidente de la Nación, Primer Ministro, ministros y Presidente del Banco
Central: 35 años.
b) Para
los senadores: 30 años.
c) Para
los diputados: 25 años.
8) Las
fechas para elegir a cada candidato deben ser siempre distintas. Es decir que
no habrá una gran elección general sino una fecha para cada sector. Se evitará
así mezclar la temática de un rubro con otro y evitar la mezcla indefinida de
candidatos que pierdan identidad popularo identidad de su sector laboral.
9) El
presidente es a la vez elegido por los representantes funcionales y su mandato
durará 7 años.
Todo lo expuesto lo considero
fundamental para la defensa y la representación laboral. Es decir el arte la
cultura la industria la educación la agricultura, etc., etc. Solo así un país
será la autogestión natural de lo inminente de un cogobierno de su propio
quehacer real y cotidiano. La soberanía y el bienestar laboral y la paz de cada
estado o país es el reflejo fiel del bienestar y paz del mundo. Para dar un
ejemplo hago algunos comentarios sobre un solo sector: el militar. Cualquier
otro sector industrial, educativo, religioso, agropecuario, empresa o de
servicios podría tener comentarios y análisis tanto o más extensos y diversos
que el que presento a continuación.
MILITARISMO, ECONOMÍA, TECNOLOGIA Y DESAMOR
Los gastos militares mundiales
(al margen de las estadísticas), pasan del billón y medio de dólares. Cifras
recogidas por el Banco Mundial, nos indican que la suma del PIB de todos los
países subdesarrollados, no supera el 20 % del PIB mundial. De esto podemos deducir
que los gastos militares equivalen a poco más de la mitad de todo lo producido
en los países pobres.
Si tenemos en cuenta la
distensión que por ideologías se ha producido en el mundo tras los cambios
políticos ocurridos en los países socialistas, los gastos militares podrían
disminuir por lo menos un 20%. Si la cifra correspondiente a este porcentaje,
se destinara a aumentar la inversión en los países pobres, éstos podrán
incrementar su PIB en un 10% acumulativo todos los años. Esto queda demostrado
con un simple cálculo matemático basado en las cifras que figuran en el cuadro
2 y 3 expuesto en el anterior capítulo. Estas inversiones, podrían producir una
gran distensión y paz, a la vez que una inmediata revolución productiva
mundial, que alcanzaría tanto más a los países ricos que a los pobres. Puesto
que los primeros aumentarán sus exportaciones y los segundos podrán importar
más y pagar sus deudas. Si la traslación de gastos de la guerra a la paz, se
analizara como lo hizo Keynes, a través de los principios del «Multiplicador»,
se acentuaría aún más esta revolución productiva mundial. Keynes desarrolla
dichos principios con su teoría de la «propensión marginal al consumo». Esta da
lugar a la «propensión marginal al ahorro», en la medida en que se supera el
subconsumo. Cuando el ahorro (en este caso la reducción de los gastos
militares), se pone a disposición del inversor, surgen otras inversiones
geométricamente. Reconozcamos que Keynes con su escuela, ha superado la más
grande crisis económica surgida desde la última guerra mundial. Él ayudo al
gran impulso económico que duró por cuatro décadas o más. Recordemos que
afirmaba este economista célebre, que a un aumento de la inversión
corresponderá siempre un aumento del ingreso, pero que éste será
vertiginosamente mayor y que puede calcularse conociendo la propensión al
ahorro, al consumo y a la inversión a realizar.
Augurios mejores podrían hacerse
si se consideran también los otros principios del mismo economista, tales como
el «acelerador», donde se establece que los pequeños cambios en la demanda,
provocan consumos aún más violentos en bienes de capital e inversión. Esto es
así aun cuando estoy en profundo desacuerdo con Keynes.
Ello podrá ser parte y levadura de
la más grande guerra que la humanidad ejecute por última y primera vez: guerra
para una auténtica paz. Para lograr esto, más que una economía keynesiana,
propongo la consecución de múltiples tecnologías y programas capaces de
conquistar un crecimiento económico y cultural por completo diferente a través
de estados diferentes como el aquí propuesto.
Por otra parte, si la política de
defensa de los países pobres, en sus conflictos regionales se negocia, por
colaboración (como lo han hecho parcial y últimamente las grandes potencias),
será posible aumentar sus ingresos y ocupar capacitados recursos militares
hacia el crecimiento general. El crecimiento económico y cultural es sinónimo
de defensa en tiempos de paz. La carencia financiera, el desempleo, el hambre,
los déficits, la ignorancia y todo vejamen de la pobreza, dejan de existir con
el crecimiento económico y cultural.
El hecho de modificar la situación
del estancamiento del PIB de los países pobres, evitará que los países ricos
entren en las cíclicas recesiones que hoy vemos en sus estadísticas. Se ha
gastado mucho dinero en guerras y defensa contra el comunismo. Pero en gran
medida, éste ha caído por sus propios medios. ¿Por qué no aprovechar el ahorro
que ello representa para producir más? Si así no lo hacemos, el comunismo u
otro fundamentalismo, regresará con más fuerza que antes. Recordemos que el
comunismo ha servido para vencer la pobreza extrema. Venzamos esta pobreza, no
por miedo, si no por razones éticas, sicológicas y morales sino por simple
cordura económica. Si los países ricos colaboran con los pobres, éstos se
convertirán en fuertes compradores. De este modo, el comercio mundial, el
transporte, los servicios, los recursos humanos y el equipamiento, trabajarán a
pleno. Si esta ocupación a pleno es dimensionada, no serán de esperar ciclos
negativos en las economías de las empresas y de los países crecidos. Así se
podrá evitar que la variable de ajuste económico de algunos países ricos, sea
una mayor colocación de armamentos.
Pero también deberán instrumentarse
normas éticas que rijan el comercio internacional. Estas normas deben
contribuir a la productividad de los países. Ellas deben servir para que ningún
país, pobre o rico, quede privado de promover una auténtica colaboración
mundial. En esta colaboración, el trabajo y los bienes, deberán tener un precio
equivalente expresado en una moneda que los represente a ambos a la vez. Lo que
significa poner una balanza capaz de medir el mundo del trabajo y su comercio a
nivel internacional. Hoy, a pesar de los ingentes y profundos trabajos
estadísticos, no podemos operar un comercio cuerdo entre países, ni saber
cuando lo ejecutamos justa o injustamente. Muchas veces ello, ha sido causa de
conflictos y guerras. Evitemos que la historia se repita.
Para que el comercio mundial no
promueva nuevas guerras y sea equitativo, es indispensable una colaboración sin
coerciones encubiertas ni manifiestas. Esto es imprescindible para aprovechar
óptimamente los recursos culturales, naturales, militares, administrativos,
tecnológicos, físicos, éticos y laborales, del mundo.
Para que haya igualdad de
oportunidades productivas y paz en el mundo, es fundamental colaborar con los
rezagados. Es decir, intestina e internacionalmente, tienen que propiciarse
cambios culturales, militares y económicos que se conlleven y complementen. Las
culturas no deben afectar a las economías y éstas no deben afectar a la
evolución cultural. Muchas veces las fuerzas religiosas, afectivas,
psicológicas, sociales y militares, dependen de las economías y viceversa,
éstas dependen de aquellas. Los problemas económicos, traen deterioros en la
salud ética y mental. Otras veces, los problemas económicos afectan las emociones
y las fuerzas colaborativas. Pero la ayuda a los rezagados no se debe confundir
con colonialismo cultural y militar.
Superar la pobreza de los países
por colaboración, requerirá de una religiosidad especial; una «guerra santa»
que deje a la zaga las fracciones, para lograr la unión y vencer costumbres,
mitos y negatividades culturales, en pos de una integración de objetivos de
crecimiento íntegro. Es necesario cultivar una espiritualidad que no sea
fragmentaria de la totalidad de la vida y del mundo. Los medios más idóneos
para librar batallas capaces de conquistar un crecimiento íntegro, son los
múltiples sectores funcionales. Todos tenemos que colaborar ecléctica y
mancomunadamente, evitando los sectarismos excluyentes, fundamentalismos y credos
que impidan la libertad en el pensar, sentir y actuar.
La colaboración mundial no debe
proponer un mero «redistribucionismo», ni el «asistencialismo» de los ricos
hacia los pobres, sino que debe proponer la realización de inversiones científicas
y tecnológicas para mayores producciones económicas y evoluciones culturales y
sicológicas. Así también se debe evitar la propia segregación social intestina
de cada país. Ello indudablemente, reducirá las amenazas a la paz mundial y
promoverá una mayor riqueza en el mundo. Las inversiones deben propender al
desarrollo autónomo de los países, sin olvidar jamás, que sólo el crecimiento
cualitativo del individuo, como célula edificadora de la cultura y de la
economía, traerá paz y seguridad permanentes. Sólo así se consolidará una
auténtica soberanía a través del trabajo y una reducción definitiva de los
gastos militares. Pero aumentar y aún sostener los actuales gastos militares,
traerá más amenazas y demandará aún más gastos en seguridad interior y defensa
exterior para sostener el equilibrio del equilibrio perdido. Esto provocará
miedo e indefinidamente, más gastos y destrucciones macabras que traerán
aparejado un retroceso inútil en nuestro destino universal. Miles de vectores
de armas nucleares apuntan al 90 % de la población mundial; bombas de
neutrones, submarinos con ojivas nucleares, armas químicas y biológicas,
sobrepasan en cientos de veces la capacidad de destruir la vida del planeta y
el planeta mismo. Estos recursos sofisticados y esterilizadores, ¿No son
suficiente? Por cierto que cuerdamente sobran. Pero todavía son indispensables
las fuerzas convencionales para la defensa y la seguridad interna y
territorial. A nivel de estrategia mundial, es sobreabundante lo primero, por
lo que deberá reverse su nivel de exterminio. Pero toda defensa nacional,
deberá ser implementada como si fuera la defensa del mundo y no sólo de una
parte de él. No hacerlo así, será anticolaborativo, como querer curar a un
enfermo con veneno y remedios a la vez.
La pobreza seguirá siendo el fermento de la guerra mientras no evitemos
que las dos terceras partes de nuestros semejantes sigan torturados por ella y
por la falta de libertad laboral y soberanía autentica. Con la miseria indemne
como enemigo, no lograremos asegurar la paz. Por lo tanto, vencer la pobreza,
es también un objetivo militar. En cambio hemos acumulado una capacidad de
destrucción de más de veinte mil millones de toneladas de TNT y un inmenso
poderío nuclear, equivalente a un millón de veces el poder de las dos bombas
atómicas arrojadas al Japón al final de la segunda gran guerra. Cuanto más
peligro provocamos, más seguridad reclamamos. Esto aumentó la espiral de los
gastos militares hasta cifras irracionales y también obliga, muchas veces, a
saquear económicamente al mundo todo, magnificando aún más al enemigo natural
del hombre: la pobreza y su falta de trabajo y soberanía. Se están usando
recursos naturales escasos, además de los recursos humanos, para una excesiva
defensa. Algunas apreciaciones indican que una quinta parte de la humanidad es
analfabeta y otro tanto, analfabeta funcional, lo que involucra a más de 2.000
millones de personas. Una gran parte de los niños del mundo en edad escolar, no
asiste a la escuela o no termina la educación primaria. Mas de la mitad de sus
habitantes no tiene vivienda, trabajo, ni salud adecuados. Tampoco vistas
inmediatas de mejorar esta situación. Estas observaciones genéricas, son
justificaciones suficientes para reformar a los estados y libertar el trabajo y
sus ingresos. Sólo con el costo y mantenimiento de los Trident (submarinos
balísticos nucleares), podríamos construir viviendas para cuatro millones de
personas (el dos por mil de los más necesitados del mundo). Lejos están de la
verdad algunos críticos parciales, cuando aducen estos males sólo a los países
poderosos. El PIB de algunos países, está compuesto por una relación de gastos
en educación o salud, que es inferior al militar. Aún así, contradictoriamente,
el equipamiento militar es vetusto y primitivo. Sus ingresos, están lejos de
ser dignos de un militar, un policía, un maestro o un médico. ¡Es el círculo
vicioso de la pobreza! El gasto en armamentos, resta aún más posibilidades a la
inversión productiva y dicho círculo vicioso encierra, como una cárcel a los
países. Resultan así, los gastos militares, más nefastos a los países pobres
que a los países crecidos. Algunos estudiosos de las Naciones Unidas, parecen
haber encontrado una relación inversa histórica, entre el crecimiento del PIB y
los gastos militares de los países pobres. Igual relación parecen tener los
gastos militares en las balanzas de pagos, con los saldos negativos de las
mismas. En los últimos 20 años, las asignaciones de saldos negativos de los
países pobres, correspondió, en una importante proporción a armamentos. Una
autentica soberanía y libertad como la
expuesta puede evitar estas aberraciones, porque carecerá de falsos
representantes. El gasto militar en el mundo, de ningún modo es bien conocido.
Por secretos estratégicos, por ocultamiento y por razones arancelarias,
tecnológicas, impositivas, etc., el valor monetario y la cantidad de personas
involucradas, es incierto. Basta ver que no son tan descabelladas algunas
afirmaciones que asignan mayor número de personas afectadas a las fuerzas
armadas, policías, cárceles y justicia que a la educación. La producción de
armamentos es buen negocio a corto plazo. Pero a largo plazo es negativo,
puesto que sobrepasa los límites y resta
negocio a la producción consumible y a la evolución cultural. La tercera parte
de los países desarrollados del mundo produce armamentos y conforma una cuarta
parte de la dotación militar humana. Según la FAO, gran parte de estos países,
con gran desnutrición, hambre y enfermedades producto de las carencias, gastan
en la importación de armamentos, el doble de lo que gastan en la importación de
cereales. El mundo todo, gasta en horas, el valor con que UNICEF duplicaría su
presupuesto en favor de la infancia. Se gasta en investigación tecnológica y científica
para la educación, un dólar por cada cien que se gastan en investigación
bélica. Sólo la cordura frente a estas alienaciones, permitirá desarrollar y
evolucionar al hombre más allá de la superficialidad. La sabiduría universal es
indulgente cuando no da al hombre mejores posibilidades, puesto que con tanta
vejación y violencia, el mundo no parece estar maduro moralmente. Pobreza y
violencia atentan contra la humanidad y contra todo el medio ambiente mientras
que las falsas democracias encubren, consienten, apañan y participan de estos
flagelos.
Al margen de la traslación de los
gastos de la guerra a la paz, es también muy importante considerar la
traslación de los recursos tecnológicos de la guerra a la paz. EE.UU y Rusia,
tienen hoy importantes medios espaciales. Falta información sobre una
pluralidad de recursos naturales útiles para vencer la pobreza. En otras
palabras, es posible encontrar una multiplicidad de materiales, aguas
minerales, suelos etc., con estos recursos militares espaciales desocupados.
Éstos están equipados con alta tecnología y son capaces de captar informaciones
útiles a la producción. Asimismo, relevar con sus radioondas y emisiones
infrarrojas, los fondos, colores y relieves, que indican las cualidades edáficas,
las condiciones hídricas, mineras, biológicas etc. Aún cuando parezca mentira,
a gran parte del mundo le está haciendo falta esta información para crecer.
Esos recursos espaciales son eficaces, rápidos y económicos. Asimismo, ello
permitirá lograr una educación funcional y cultural a un nivel de economía de
escala y a un nivel mundial. Es decir, se puede programar una educación mundial
centralizada y una descentralización que se base en los factores geográficos
culturales de cada país. Esto equivale a una gran colaboración militar mundial
y a una gran revolución educativa, tecnológica, económica y cultural. El logro
de todo ello será un golpe militar estratégico dentro de cada país y del mundo,
para derrocar a la pobreza e instalar el reinado del crecimiento. De ser así,
se visualizarán los recursos naturales y se ennoblecerán los recursos humanos.
Si a esto le sumamos las nuevas tecnologías y los medios didácticos, veremos
que las conquistas serán arrasadoras.
Para lograr que un país sea militarmente
poderoso, es indispensable una cultura militar en la civilidad y una cultura
civil en los ámbitos militares. De este modo, la defensa de un país es sentida
y ejecutada soberanamente. Para que esto ocurra, en los tiempos de paz, los
militares deben tener misiones capaces de promover reserva militar y paz a
través de la economía y la cultura. De no ser así, la guerra los sorprenderá
pobres y desintegrados socialmente. Lograr esta colaboración militar para
crecer en la educación, la economía y la cultura, equivale a lograr que cada
país sea un baluarte militar inexpugnable. Sólo así se afianzará cada vez más
la paz mundial. La paz de los países depende de las oportunidades de cada uno
de sus habitantes. La paz mundial, depende del crecimiento cultural, económico
y espiritual de todos los países. Las fuerzas armadas y las civiles deberán
integrarse, puesto que ambas conjugan fines y funciones colindantes como la
libertad, la subsistencia y la atención de las situaciones de emergencia que
vive el mundo actual. Superar esta emergencia hace a la defensa nacional y
mundial. Además, lo más importante de la defensa nacional es la independencia
intelectual, cultural, económica y una revolucionaria evolución sicológica.
Cuando esto se descuida, el enemigo se atrinchera como preparando el terreno
psicológico. Es indispensable romper los prejuicios y las antinomias
cívico-militares que dividen y debilitan la integridad de los países y los
hacen vulnerables a los enemigos de afuera y de adentro. La historia demuestra
que la subsistencia, la defensa, la soberanía, la seguridad y la alimentación
(entre otros mínimos indispensables), no se obtienen plenamente sin una acción
claramente comunitaria y como expresión de trabajo. Aún las guerras no se ganan
con la sola intervención de civiles o de militares, sino en una integración de
ambos. Principios primitivos que aún hoy (después de tantos años de progreso)
están plenamente vigentes y son válidos para comulgar con las esencias más
intrínsecas y permanentes del ser humano. Por lo tanto la participación militar
en tiempos de paz es tan importante como en la guerra.
La situación de la mayoría de
los países subdesarrollados, es muy grave. Esto atenta desde múltiples frentes,
contra la seguridad presente del mundo y la de su futuro. Los atentados contra
la población, el medio y la cultura, no son cometidos solamente por agentes o
enemigos armados, sino, por las carencias. Éstas atacan primero por sí, luego
se constituyen en el argumento psicológico logrando así la enajenación, el
fanatismo y falsos idealismos de sector y de clase. Todo esto, luego es usado
de un modo palmario y real por el enemigo atrincherado en los países
seudodemocráticos. Son áreas que se abandonan en el campo de una batalla que no
se libra y ante un enemigo que no se ve. Pero son una pluralidad de armas
peligrosas producidas por la miseria y las seudo democracias y monopolios
económicos. Los países pobres y ricos deben declarar una última y definitiva
guerra mundial contras esas aberraciones.
La paz intestina de los países y
la paz del mundo, es la consecuencia directa de la paz espiritual y económica
de cada uno de sus habitantes. Mientras éstos no se culturalicen y soberanicen
masivamente, los tratados de paz y las guerras serán sólo paliativos temporales
para una paz inestable. Para propiciar una paz soberana y definitiva a través
del crecimiento cultural de cada habitante, debe haber una revolución
sicológica capaz de extraer fundamentalismo que ponga luz en las formas, los
modos y los fines de nuestro trabajo y cultura, sus relaciones y sus
consecuencias. Mientras ello no ocurra, habrá desavenencias y la paz, sólo
podrá ser producto de la defensa militar. Es decir, la guerra será el único
medio, inevitable y objetivo de preservar condiciones que equilibren los
extremos. Ante esta realidad, si no sabemos matar, morir y destruir ferozmente,
veremos a nuestros hijos, madres, hermanos, barrios, templos, bienes, empresas
etc., sometidos, humillados o muertos, por enemigos de afuera o de adentro.
¿Cómo hemos de realizar el trabajo fecundo, y desarrollar la cultura en paz? La
paz no puede ser filosofía de declamaciones políticas, ingenuas y marginadas de
las realidades históricas y concretas del mundo. La guerra requiere de trabajadores
de gran decisión y conducta, con un sentir hondo y un pensamiento inteligente.
Ello es un trabajo eminentemente técnico, muchas veces apasionado, que requiere
espiritualidad. La guerra no puede tener posiciones genuflexas y tilingas. En
la escuela, el hogar, el trabajo o el Estado, debemos aprender a hacer la
guerra, siempre y cuando ella sea lo inevitable y si antes no hemos sabido
prevenirla. Por ello es que el auténtico militar usa menos las armas. Sabe que
el medio de conservar la paz, es crecer material y espiritualmente y hace la
guerra cuando ésta es inevitable. Y ya en la guerra, el mejor medio de obtener
la paz es imponer la táctica adecuada, y mantener la serenidad y la objetividad
que pocos pseudo místicos, intelectuales, filósofos y políticos pueden lograr.
Un buen militarismo tiene carácter sagrado. Esto lo vemos en templos, en iconos
y en escrituras sagradas. Pero la defensa, la seguridad y la autoridad se
desacreditan cuando no se las aplica en el momento y en el lugar adecuado.
Cuando aquellas faltan en determinadas situaciones, las reclamamos hasta con
desesperación. La capacidad técnica y la ética militar, serán indispensables
para la defensa, la tenencia y el uso de tecnología. Pero para asegurar la
aptitud militar hacia ella, se deben producir aún, cambios en el comportamiento
militar de fondo. Si ha de haber militares que custodien tanto poder, bienestar
y riqueza (económica y tecnológica), ellos deben ser dignos de tal función. En
la actualidad, el mundo está compulsivamente gobernado por gente que posee
dinero y otros recursos económicos. Pero la tecnología lograría casi reducir a
cero todo aquello que hoy tiene valor económico. ¿Qué va a pasar entonces?,
¿nos quedaríamos acéfalos? ¿Quiénes gobernarán? Quienes lo hagan, ¿lo harán mejor
que los actuales gobernantes? El mundo actual, en general, tiene profundas
carencias sicológicas. ¿Quiénes son los puros? ¿Hay algunos suficientemente
maduros para recibir y administrar los saltos fenomenales en las tecnologías?
Considero que al carácter militar debe corresponder (como tradicionalmente lo
ha hecho mal o bien) el custodiar y defender los países. Por lo tanto, creo que
les corresponde evitar los riesgos y asegurar el uso útil y benéfico de las
tecnologías. ¿Están los militares profesional, sicológicamente y moralmente
capacitados para ello? Para que se capaciten hacia este cambio del mundo,
tendrán que hacerlo entrenándose junto a la civilidad y su problemática. No
importa si ésta es compleja o grave. Cuanto más lo sea y más se entreguen a ella,
más se capacitarán. Acotemos que ésta es la manera más dinámica de capacitarse
íntegramente. Y es éste el tipo de capacitación que las futuras tecnologías
reclaman.
Hemos de aprender a hacer
ciencia pura a través del trabajo y hemos de aprender a ver atentamente hasta
lo más sutil, emocional o subjetivo, antes de ser dignos del futuro
tecnológico. Hemos de desenredar y estirar esas líneas en espiral, en el
sentido de educir; de sacar los personajes que nos envuelven, para que, más claros,
limpios y más livianos por dentro, veamos con atención lo relativo de afuera.
Para aprender a hacer las cosas grandes, hay que aprender a hacer las cosas
chicas como si fueran grandes. Nunca el trabajo, ayudado por las ciencias, ha
puesto al hombre, como ahora, en el umbral de un mundo tan insospechable.
Agradezcamos estas oportunidades, aprovechémoslas y demostremos en la vida cotidiana que somos
dignos de ellas. Hagamos una civilización y una revolución sicológica
evolutiva, capaz de sobrevivir a nuestros futuros desarrollos tecnológicos.
Dios, si admitimos que existe,
no nos quiere pobres, miedosos, débiles, llorones ni dolientes. Seguramente
espera de nosotros un mayor valor y poder, nacido de un sentimiento de
colaboración y una sinergia que sea orden y libertad. Desarrollaremos así, una
inteligencia originada en la sensibilidad como afecto.
Nuestros objetivos deben ser,
fundamentalmente, «colaborar» o sea trabajar juntos, unidos. Esto es lo que nos
templará, no sólo el intelecto, sino todo lo que íntegra e ignoradamente, somos
como personas. Pero lamentablemente hoy es visto cotidianamente, que a un
recurso tan burdo, como lo es el automóvil, se lo maneja expresando ego y
violencia. ¿Cómo hemos de ser cuerdos entonces, teniendo abundancia y poder?
Recordemos que hace falta mucha evolución, tanto para ser ricos dignos como
para ser pobres dignos.
Solo he planteado y como ejemplo,
un solo sector funcional, las fuerzas armadas y el grado de importancia en si
mismo. Plantear todos y cada uno de los sectores funcionales que propongo para
sintetizar a los estados seria excitante y muy útil pero escapa al espacio de
esta propuesta. Analizar las otras variantes que aquí se exponen ayudara, en
parte, a comprender los inagotables beneficios que acompañaran el hacer que el
trabajo sea (como siempre lo fue en los hechos reales) el gobierno real natural
de los pueblos a través de las distintas realidades laborales. Pero
estamos desunidos contradictoriamente, a
través de relaciones que son artificios. Dicho de otro modo no nos relacionamos
a través de la realidad. Estamos relacionados por creencias, mitos, símbolos,
etc. y conveniencias usureras que limitan la libertad individual. Esto crea la
incomprensión, caos y los conflictos y las guerras. Los falsos valores en
nuestras relaciones con los demás, con la propiedad, con el trabajo, con el
dinero y los recursos, sólo crea adquisitividad y el engrandecimiento
fraccionario. Hay temor y sometimientos, lo cual crea crueldad, estados
totalitarios y dogmatismos religiosos organizados. Mientras que la paz debe
comenzar con la comprensión individual para una gloria creciente y en constante
aumento. No se pueden evitar las guerras mientras aceptemos un orden social
basado en antagonismos y mentiras que nos gustamos de llamar democráticas.
Resulta evidente que no advertimos nuestros sentimientos y pensamientos en el
acervo cultural: no queremos limitar la avaricia; la vil astucia de los
inmorales nos gobierna. Un individualismo con libertad y conciencia de sí mismo
puede evitar estas aberraciones. Ello implica que hay que propiciar una
sicología evolutiva. Tema que plantearé en otro capítulo.
